

Es un hecho sorprendente que un ícono de una mexicanidad muy especial como la de Frida Kahlo tenga una expresión cultural inspirada en la psicología. Nos hemos acostumbrado a reconocer a “Friducha” con panteras, frutas y changos rodeados de una explosión de color. Sin embargo, una obra magistral de Frida Kahlo viene a adentrarnos en una interesante simbología relacionada con las religiones que tienen una divinidad única. Esta obra se conoce como “El núcleo de la creación o Moisés”.
Esta historia es un muy buen ejemplo de la llamada transversalidad, el estudio de un tema en particular relacionado con otros temas que intercambian ideas e influencias entre sí. Por ejemplo, que un pasaje de la Divina Comedia inspire una pintura de Delacroix como “La barca de Dante”; que el himno de Verdi, conocido como el “Va, pensiero…”, inflame los corazones patriotas de los italianos que desean liberarse del yugo del imperio austro-húngaro o que los sonidos de una cajita musical china se conviertan en la última y espectacular ópera de Giacomo Puccini, que conocemos como Turandot.
Por consiguiente, debemos remontarnos al siglo XIV antes de Cristo, a la época del rebelde faraón Akenatón y su bellísima esposa Nefertiti. Este faraón negó a todos los milenarios dioses de Egipto para imponer su nueva religión con un solo dios: Atón, un pensamiento monoteísta revolucionario que cambió la historia de Egipto durante su reinado. A la muerte de Akenatón, su hijo, el legendario Tutankamón, regresa al politeísmo. Sabiendo esto, saltamos siglos en el tiempo para llegar a Ámsterdam en 1939, donde se imprimió la última obra que escribió el psicólogo austríaco Sigmund Freud, con el nombre de Moisés y la religión monoteísta.
En estos discutidos ensayos, Freud nos propone la posibilidad de que Moisés no haya sido ni judío ni descubierto en una canastilla flotando en el Nilo por la princesa egipcia, hija del faraón, sino que Moisés era egipcio y que intentó enseñar al pueblo de Egipto la doctrina monoteísta del faraón Akenatón. Moisés es asesinado, pero la idea monoteísta – con el paso de los siglos – se concreta en las religiones judía, cristiana y musulmana.


Por consiguiente, debemos remontarnos al siglo XIV antes de Cristo, a la época del rebelde faraón Akenatón y su bellísima esposa Nefertiti. Este faraón negó a todos los milenarios dioses de Egipto para imponer su nueva religión con un solo dios: Atón, un pensamiento monoteísta revolucionario que cambió la historia de Egipto durante su reinado. A la muerte de Akenatón, su hijo, el legendario Tutankamón, regresa al politeísmo. Sabiendo esto, saltamos siglos en el tiempo para llegar a Ámsterdam en 1939, donde se imprimió la última obra que escribió el psicólogo austríaco Sigmund Freud, con el nombre de Moisés y la religión monoteísta.
En estos discutidos ensayos, Freud nos propone la posibilidad de que Moisés no haya sido ni judío ni descubierto en una canastilla flotando en el Nilo por la princesa egipcia, hija del faraón, sino que Moisés era egipcio y que intentó enseñar al pueblo de Egipto la doctrina monoteísta del faraón Akenatón. Moisés es asesinado, pero la idea monoteísta – con el paso de los siglos – se concreta en las religiones judía, cristiana y musulmana.
En 1943, el ingeniero petrolero José Domingo Lavín, le pidió a Frida Kahlo que leyera el libro de Freud y que lo interpretase en pintura. Frida Kahlo quedó muy impresionada con esta manera de exponer a Moisés y comenzó la obra que llegaría a conseguirle el segundo lugar en la exposición anual del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México.
Decidió pintarla al estilo muralista, con profusión de personajes de muy diferentes épocas y proveniencias, y una extensiva cornucopia de alegorías y símbolos. El medio es la pintura al óleo y la superficie es masonita. Este es un invento estadounidense para aprovechar las virutas de madera sobrantes, las cuales, con un proceso de vapor y compactación, pero sin pegamento, se convierten en láminas utilizadas en construcción. Su inventor fue William H. Mason y, de aquí, el nombre masonite traducido a masonita en español. Frida Kahlo no fue la única artista que lo empleó en el mundo de la pintura.
La obra se llama El núcleo de la creación, también conocida como Moisés por su conexión con el libro de Sigmund Freud. El punto central es un bebé por nacer. Se desprenden unas gotas de vida sobre un Moisés en canastilla con el rostro de Diego Rivera, infante con el místico tercer ojo en la frente. La parte superior central está invadida por la inmensa representación del dios Atón en forma de sol con rayos que acaban en manos, tal y como aparecen labrados en un altar de piedra que se encuentra en el Museo Egipcio de Berlín. Atón no puede ser representado con figura humana o figura animal. Es un círculo divino que derrama energía y vida sobre Egipto.


Varios objetos e imágenes simbolizan la dualidad eterna en la historia de la humanidad: lo masculino y lo femenino; la vida y la muerte; la luz y la oscuridad, el bien y el mal. Rodeando el esplendor solar de Atón, Frida Kahlo nos ofrece una panoplia de personajes religiosos desde Coatlicue hasta Quetzalcóatl por encima de la figura de un hombre desnudo que recuerda el Adán de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Espejándose aparece Venus reclinada sobre su concha acompañada de dioses egipcios, dioses del Olimpo, la Virgen María, un Jesucristo Trinitario y el mal encarnado en Satán.
No puede faltar a la derecha el busto de Akenatón, el faraón monoteísta, al estilo de Amarna, alargado, más realista que el inamovible estilo egipcio que perduró tres mil años. Frente a él, su bella esposa Nefertiti, pintada exactamente igual que su busto que se conserva en Berlín; elegante, cuello de cisne y resoluta. En ambos lados, Frida Kahlo contempla un abanico de personajes que cubren siglos de historia, de guerra, de conquistas y de dolor: Alejandro Magno, Lenin, Gengis Kan, Buda, Napoleón, Mahoma y Hitler. Ellos, de una forma u otra, han moldeado la historia de la humanidad.
En ambos lados (y en la parte inferior), un hombre indígena y su contrapartida femenina con el cuerpo arlequinado pintado de dos colores, como representando mezcla de razas. Un trasfondo de gran muchedumbre, simios y esbozos de pirámides americana recuerda espeluznantes escenas de guerra del Triunfo de la Muerte de Brueghel.



Dr. James R. Portoraro.
Historiador.
Conferencista y organizador de eventos.
Profesor de cátedra de preparatoria.
Traductor de inglés- español.
Contacto: 961 370 0876
Es un intenso estudio de historia, de religión y de simbología plasmado en una obra de medianas dimensiones. Esperaríamos que una complicada escena de temas históricos y bíblicos, connotaciones celestiales e imágenes egipcias rodeadas de héroes fuese un fresco o un lienzo imponente. Sin embargo, mide solamente 75 Cm. X 60 Cm., y tristemente, no se encuentra en México. Es una expresión pictórica alejada de los temas del autorretrato, de los animales y las plantas, del color y de los dolores físicos y mentales, de la atormentada y productiva vida de Frida Kahlo, transcurrida entre pinceles, viajes, infidelidades, operaciones y desplantes de personalidad rebelde y única. Para poder admirarla y entenderla hay que viajar a Houston, Texas.