Las mujeres artesanas de Chiapas mantienen técnicas y saberes ancestrales, mucho de ellos que se remontan a la época prehispánica. El estado es uno de los que produce mayor variedad de artesanía en México, en formas, texturas y colores que se inscriben como parte fundamental de su cuantioso patrimonio cultural inmaterial.

La artesanía chiapaneca se caracteriza por conjuntar antiguas y renovadas tradiciones ligadas a los pueblos originarios maya, zoque y chiapaneca, con la innovación y el sentido artístico de los creadores particulares. Con ello, se produce una asombrosa variedad de productos y estilos que tienen reconocimiento internacional, demostrando la personalidad multicultural que distingue a Chiapas en el país y el mundo.
Amatenango del Valle, el pueblo tseltal de las alfareras, se localiza sobre una pequeña elevación que domina un fértil valle cubierto de cultivos, a 35 km al sureste de San Cristóbal de Las Casas, en la región de Los Altos. Las alfareras de esta localidad son famosas por la delicadeza con la que trabajan el barro blanco y elaboran piezas de ornato y artículos de uso práctico como ollas, cántaros, vasijas, jarrones, floreros, macetas y las famosas piezas que representan a palomas y jaguares.

Las piezas son cocidas de manera tradicional, con leña a cielo abierto. Las alfareras modelan a mano el barro colectado en los terrenos aledaños, pintan sus piezas con piedras del río para luego quemarlas al aire libre, gracias a la leña de pino que cortan los hombres de la comunidad. Es frecuente usar el barro natural para los terminados, aun cuando se emplean los decorados con engobes minerales, bruñido y esgrafiado.
Las maestras artesanas, como las de Amatenango, contribuyen al enriquecimiento y desarrollo de los pueblos y son un vivo referente histórico y de aprendizaje para las futuras generaciones.

