lunes, septiembre 25, 2023
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    RAFAEL SANZIO

    Las Sublimes Madonnas de Rafael Sanzio.

    La Madonna de Alba.

    R A F A E L    S A N Z I O

    “Las Sublimes Madonnas de Rafael Sanzio”

    El Triunfo de Galatea.
    La Escuela de Atenas.

    Una de las máximas figuras del renacimiento italiano es indiscutiblemente el arquitecto y pintor Rafael Sanzio, quien fuera creador de maravillosas obras donde el idealismo neoplatónico se funde con la devoción cristiana, para dar vida a personajes ideales llenos de gracia que habitan mundos en perfecto orden. Rafael nació en la ciudad italiana de Urbino en 1483; en aquella época su ciudad natal era un importante centro cultural donde florecían las artes gracias al mecenazgo del Duque Federico de Montefeltro, en cuya corte el padre de Rafael era pintor. En la corte del duque el joven Rafael aprendería de su padre las técnicas básicas de pintura y absorbería la filosofía humanista del renacimiento.

    El fallecimiento de su padre a los once años obligó al todavía niño Rafael a encargarse de su taller. Su talento prodigio le permitió convertirse rápidamente en uno de los mejores pintores de Urbino. Siendo todavía un adolescente, le encomendarían la importante labor de realizar las pinturas de la Iglesia de San Nicolás en la ciudad aledaña de Costello.

    El reconocimiento del joven pintor le valdría la invitación para convertirse en aprendiz del maestro Pietro Vannunci de Perugia. Mejor conocido como Perugino, Vannunci es un artista relevante por haber realizado las pinturas en los muros de la Capilla Sixtina y por el fresco “La entrega de las llaves a San Pedro”, en el cual Rafael se basó para crear su primera obra maestra titulada “El matrimonio de la Virgen”; aquí podemos observar la máxima influencia de su maestro en la representación de la perspectiva pictórica.


    Finalizados los cuatro años de aprendizaje con Perugino, Rafael se mantuvo en constante movimiento por las ciudades del norte de Italia y, aunque nunca residió permanentemente en Florencia, entre 1504 y 1508 frecuentó la capital toscana encontrándose la colosal influencia de uno de los grandes genios del arte: Leonardo da Vinci. Tal como sucedió con Perugino, Rafael absorbió el arte de Leonardo da Vinci pero se mantuvo fiel a su estilo personal. Las figuras anteriormente rígidas de sus obras comenzaron a tomar posiciones más dinámicas y complejas, aunque estaban principalmente en reposo. Experimentó con las composiciones piramidales de Leonardo que podemos observar en la Mona Lisa y La Sagrada Familia; utilizó la posición del contrapposto o chiasmo que liberaba a los personajes de la frontalidad y perfeccionó su propia versión del sfumato de Leonardo, un efecto vaporoso que se obtiene con la superposición de varias capas de pintura extremadamente delicadas, resultando en contornos imprecisos que invocan el misterio, la lejanía y la profundidad. El rostro de la exquisita Gioconda es el mejor ejemplo del sfumato de Leonardo, sus líneas esfumadas propician una impresión enigmática inigualable, mientras que la versión de Rafael proporciona una texturización realista de la piel sin un efecto tan misterioso.

    La Bella Jardinera.

    Virgen del Passegio.

    Probablemente gracias a la recomendación del arquitecto Donato Bramante, quien entonces trabajaba en la edificación de la Basílica de San Pedro, Rafael llegó a Roma en 1508 al servicio del Papa Julio II, encontrándose con la avasalladora influencia del florentino Miguel Ángel Buonarroti. El historiador Giorgio Vasari cuenta que Bramante le mostró secretamente a Rafael la majestuosa Capilla Sixtina de Miguel Ángel, y éste no dudaría en absorber su arte a pesar del desdén del artista florentino, quien en una carta se quejaba de Rafael aduciendo: «todo lo que sabe de arte lo ha aprendido de mí», aunque en otras ocasiones se mostró más generoso con él. Dicho sea de paso, Miguel Ángel tenía antagonismo también por Leonardo da Vinci, quizás porque todos le consideraban el mayor genio del mundo, cuando sus obras carecían de la monumentalidad de las suyas, e incluso algunas de las más célebres se encontran inconclusas. A pesar de esto, a Leonardo le suplicaban reyes y nobles por un retrato, le llenaban de lujos, mientras que a Miguel Ángel lo trataban como a un vasallo enviándole a trabajar a las canteras de mármol en condiciones humildes.

    El pontífice Julio II le encomendaría la decoración de su biblioteca privada y varias stanzas −habitaciones− del Vaticano, en las cuales Rafael produjo algunas de sus obras más célebres como “El triunfo de la religión” y “La escuela de Atenas”, ubicadas en la Stanza della Segnatura, y en las cuales plasmó el humanismo que había aprendido de niño en Urbino. Posteriormente vendrían “La Expulsión de Heliodoro del Templo”, “El Milagro de Bolsena” y “La Liberación de San Pedro”, las cuales decoran la Stanza d’Eliodoro.

    Los encargos papales son algunos de los trabajos de Rafael más impresionantes si consideramos la monumentalidad y la complejidad de las composiciones. Sin embargo, en mi opinión sus pinturas sobre la Virgen María son las más sublimes por su sensibilidad y belleza iconográfica; estas obras no se sienten nada desfasadas ni antiguas, son imágenes eternas por la hermosura de las vírgenes con sus delicadas y dulces expresiones. La majestuosa Madonna Sixtina es un cuadro que estaba destinado a decorar la tumba del Papa Julio II; aquí Rafael plasma a la virgen y al niño Jesús descendiendo divinamente de los cielos para encontrarse con San Sixto y Santa Bárbara acompañados de dos encantadores querubines, los cuales son unas de las imágenes más reproducidas del pintor en la actualidad. Una representación más terrenal la podemos apreciar en La Madonna de la Silla, con una hermosa virgen humilde inspirada en una escena que Rafael atestiguó en Velletri en la que una mujer campesina abrazaba amorosamente a su hijo. La belleza de la naturaleza juega un papel central en La Bella Jardinera, donde el pintor nos presenta una virgen María de exquisita belleza junto al niño Jesús y al joven Juan el Bautista en un maravilloso paisaje campestre de violetas y aguileñas que simbolizan la humildad de la virgen y la pasión de Cristo.

    La Madonna Sixtina.
    La Madonna de la silla.

    Rafael fue un fiel seguidor de los deseos de sus clientes y de las enseñanzas de sus maestros. Inmerso en uno de los periodos más gloriosos del arte y rodeado de la grandeza de los legendarios maestros del renacimiento, su arte estuvo irremediablemente influenciado por toda esta riqueza artística. No obstante, Rafael le regaló a la humanidad imágenes eternas de inocencia, pureza y divinidad incomparables, razón por la que continúa cautivándonos con los personajes etéreos y los mundos perfectos de los que fue creador. Su fallecimiento sucedería de forma repentina el día de su cumpleaños número 37 y muy merecidamente, sus restos terrenales descansan en el Panteón romano, que como él, es un símbolo eterno de grandeza de la cultura italiana.

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