


Eliezer Solís (extremo izquierdo), Efrén Ramos (defensa izquierda), Héctor Chávez Marín (medio derecho), César García (interior derecho), Guillermo Cal y Mayor (centro medio), Romeo Palacios (centro delantero) y José Eugenio Solórzano Paniagua (extremo derecho).
Hincados de izquierda a derecha: Flamarlón Estrada (defensa derecha), Roberto Miceli (interior izquierdo), Romeo C. Zebadúa (portero) y Mariano Órnelas Iturbe (medio izquierdo).
LA PASIÓN POR EL FÚTBOL
Por José Eugenio Solórzano.
Melancólico y con una sensación indescriptible escribo mi último artículo para esta revista que me ha permitido expresar mis ideales, acercarlos a las personas con las que comparto anécdotas y llevarlos a los lugares en los que viví momentos gratos, así como angustiantes. Pero no podía retirarme de este espacio sin antes compartirles una de mis grandes pasiones, porque como todos, además de dedicarle mis días a mi profesión como notario, también he disfrutado de diversos pasatiempos. Especialmente en mi juventud, cuando gocé jugar uno de los deportes más amados del país, el fútbol.
Cuando me mudé a la capital chiapaneca fue muy grato, sobre todo porque comencé a desarrollar mucho más mis habilidades en el fútbol. Recuerdo que las principales diversiones de la ciudadanía tuxtleca de aquella época, eran los partidos de fútbol que se jugaban en el campo del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas (ICACH), la ahora conocida UNICACH, misma institución en la que me inscribí para cursar mi primer año de secundaria en 1945; formando parte de la primera generación de esta institución académica.
En el salón de clases conocí a mis compañeros Guillermo Moguel, María Luisa Tort Esquinca y Efrén Ramos, originarios de Cintalapa; a Javier Espinosa, Héctor Esquinca y Gabriel Peña, de Jiquipilas; a Héctor Chávez Marín, Rafael Cruz Sambrano, Daniel Robles Sasso, Mercedes Camacho, Guillermo Gallegos Sobrino y Julio Humberto Trujillo, de Tuxtla; a Carlos Parada Pint, de Ocosingo; a Rafael Montesinos, Mariano Órnelas Iturbe de Arriaga, Miguel Ruiseñor Esquinca, los hermanos Juan y Ernesto Bañuelos, José Morales, Buanerges Balcázar de la Torre, Pedro Díaz y Rodolfo Pon, de Acacoyagua; a Antonio García Sánchez, Armando Aponte, Jaime Coutiño Velasco, Jorge Rodríguez, Chita Rodríguez, María del Carmen Morales, Yolanda Ochoa Petris, Ramiro Castañón, José Borras, Noé Corzo, Yolanda Esquinca, entre otros que no recuerdo su nombre con exactitud.
Entre otras de las actividades más placenteras de Tuxtla, estaban el ir a las funciones del Cine Alameda, y caminar por la pérgola o en el parque central en pareja. Además de que, en diciembre llegaban importantes equipos de fútbol como el equipo de “San Luis”, la reserva del equipo “Marte” de la primera división de México, y de la Universidad de Puebla, que también formaban parte de las reservas del equipo de Puebla de la primera división.
NACIMIENTO DEL ESCUADRÓN 201
Después de haber transcurrido de 20 a 30 días de clases en la ICACH, le pedí a mi compañero y amigo, Héctor Chávez Marín, quien era un extraordinario dibujante, que me diseñara un avión de guerra con el escudo del que sería el Escuadrón 201, con el objeto de formar un equipo de fútbol que se llamara así. Posteriormente, nos dirigimos a Deportes Martí, con residencia en la Ciudad de México, solicitando 25 escudos con el diseño elaborado por mi compañero Héctor.
Teniendo en mi poder una pelota de fútbol adquirida con mis propios recursos y los 25 escudos que solicité, con mis compañeros Héctor Chávez y Mariano Órnelas formamos a Escuadrón 201. Por aquel entonces, un equipo de fútbol se formaba únicamente con cinco delanteros, tres medios, dos defensas y un portero.
Debutamos en 1945, obteniendo el campeonato de segunda fuerza. El segundo año (1946) nuevamente salimos campeones, y por ello en el año de 1947 ascendimos a primera división. En este equipo logré sobresalir como el “crack” consentido de mi equipo; y popular para la afición. En ese entonces, existía una pequeña revista que se llamaba “Chamaco Chico”, en la que aparecía un jugador de fútbol que le apodaban el “Buzo”, el ídolo de muchos jugadores de este deporte. Según algunos compañeros, tenía cierto parecido al “Buzo”, por lo que me nombraban de la misma manera.




Adoro cada espacio de este estado y su cultura, por ello, en agradecimiento a todo lo que me ha dado he construido “Pedazo de cielo”, un joya colonial en la que he pasado momentos inolvidables.


En varias ocasiones reforcé a equipos como Fábrica de Marimbas y al de la ICACH cuando salían de la ciudad o cuando venían equipos visitantes de categoría, como el equipo de San Luis, la reserva del equipo “Marte” o los jugadores de la Universidad de Puebla. Sin duda, fue una de las etapas más hermosas de mi vida porque tuve la oportunidad de disfrutar de este importante deporte, así como el orgullo de ser parte de los primeros años de la consolidación de la UNICACH. Recuerdo que viví cada momento de esa época de manera muy especial, pues en ese entonces aumentó mucho más en mi corazón la pasión por el fútbol, el amor a la cultura y las tradiciones de Tuxtla Gutiérrez.
Gracias a cada uno de ustedes por permitirme llegar hasta sus hogares por medio de Revista Mujeres Chiapas. Ha sido una experiencia gratificante el poder transmitir mi experiencia, conocimientos e historias por medio de estas ediciones que estoy seguro leen con entusiasmo.

En la foto se puede apreciar a Ángel M. Corzo, rector de esa época, y a los catedráticos Alberto Chanona (Geografía), Eduardo J. Albores (Historia de Chiapas), César Cortés (Química), Mario Araujo (Matemáticas), Modesto Cano (Civismo), Álvaro Raquel Mendoza (Gramática), José Montesinos (Dibujo), José Morales (Raíces, griega y latinas), Efraín Fernández (Deportes), Agripino Gutiérrez (Lengua y literatura española), José Ma. de la Cruz (Dibujo), Manuel Grajales (Matemáticas), Eduardo J. Selvas (Canto), Eliseo Mellanes (Lógica), Andrés Fábregas (Física), José Cano Ríos (Historia de México), Lisandro Díaz Peláez (Inglés), Alberto Gutiérrez Acevo (Historia universal) y al Dr. Samuel León Brindis (Medicina); así como al “güero” Campusano, el conserje.


Recuerdo que en una ocasión fui a una peluquería y encontré una fotografía de la pérgola que construí; me emocionó mucho verla porque ahí pasé momentos inolvidables como desde tener una vista panorámica del centro de la ciudad, así como disfrutar de alguna golosina con mis amigos y compañeros de la escuela.