martes, octubre 3, 2023
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    LA CONVERSACIÓN DEL PERDÓN

    Ser herido y encontrar un remedio, y luego aguantar el tiempo de curación, no es tan divertido. A veces, las lesiones pueden marginar totalmente a una persona, pues muchas de ellas logran arruinar nuestras vidas. Tal vez tienes un hábito, un pensamiento que simplemente no puedes romper, te sientes muerto por dentro (impotente), “ciego” para ver tus defectos o problemas, o quizás tengas miedo de hablar o ser la persona que quieres ser.

    Perdonar no significa permitir que vuelva a suceder lo mismo, ni aprobarlo, ni dejar de reclamar o iniciar las acciones para reparar el daño causado. No significa olvidar, sino liberarnos del resentimiento y enojo. El perdón es una declaración de liberación personal que nos permite salir de la prisión de una emoción negativa, y transitar hacia un espacio de paz, aceptación y bienestar. Sin duda, desde este nuevo estado emocional se nos abren nuevas alternativas y acciones.

    Si conseguimos un estado de libertad sobre lo que deseamos hacer, seguramente el perdón sea nuestra opción, así no perdonaremos por pena, sino por la libertad que aporta y con ella la felicidad que genera. El perdón es también una emoción misteriosa que provoca sensaciones de paz, amor, alegría, orgullo, tristeza o un profundo alivio. Siempre surge en un contexto de grandeza y honestidad; yo lo viví recientemente y el aprendizaje es fascinante.

    El impacto que el perdón tiene sobre nuestra familia es inmensurable, y el conflicto, aunque parezca increíble con el tiempo termina siendo una zona de confort de la que sólo se puede salir con una gran motivación y mucho coraje. Supongamos por un momento que algunos de los eventos que nos preceden en el tiempo tienen un impacto en la cadena ancestral que se transmite de generación en generación, y que los conflictos y dramas que vivimos hoy, están conectados o activados por los dramas de nuestros padres, abuelos, bisabuelos y demás generaciones.

    Las tragedias imprimen una huella emocional que perdura en el tiempo y activa las emociones del miedo, la rabia, el resentimiento, la indiferencia y también el mundo de los pecados. En algunos casos es vital aclarar los hechos con la verdad y pedir perdón por la responsabilidad que cabe en el conflicto; esto es lo más difícil. Reconocer que lo que se negó era verdad o lo que se dijo fue ofensivo es un acto de grandeza poco común y que provoca grandes satisfacciones en el contexto del perdón permitiendo que la conversación avance por buen camino por duro y sinuoso que este parezca. Por ahí se empieza a asomar la confianza.

    La honestidad es vital, ya que ambos saben la historia y aunque la interpreten diferente hay fundamentos, evidencias y sentido común para apoyarse. En algún momento se darán cuenta de que irse en paz era un profundo deseo de ambos que iba más allá de todo orgullo; un compromiso ineludible. El perdón está en nuestro ADN, por lo que en la realidad hay que activarlo; pareciera que está alojado en el alma en un sueño profundo y que hay que despertarlo, a veces a tirones. Está en el lenguaje y en el corazón de los padres, de los hermanos y en las parejas que realmente logran permanecer.

    Hay perdones que no necesitan palabras.

    Cuando dos hermanos se vuelven a ver después de 25 años, seguramente lo primero que sucederá en ese encuentro es un abrazo entre ambos, seguido de miradas de amor, lágrimas y pesar por el tiempo perdido. El motivo del conflicto probablemente ya no tendrá mucho sentido.

    JOSÉ DELGADO
    PSICÓLOGO CLÍNICO
    LIFE COACH Y PSICOTERAPIA
    Tel. 961 255 6287

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