martes, octubre 3, 2023
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    JOHANNES VERMEER

    “El Maestro de la Luz”.

    La Joven de la Perla, 1665.

    “El Maestro de la Luz”.

    Una cautivadora y misteriosa perfección, esa podría ser la manera de describir las obras maestras de Johannes Vermeer, uno de los máximos exponentes de la pintura holandesa de todos los tiempos. Considerado el gran maestro del claroscuro, la pintura de Vermeer es extremadamente realista en su utilización de la luz, logrando plasmar de forma prodigiosa los reflejos y las sombras en sus composiciones.

    Nacido en la ciudad holandesa de Delft en 1632, su biografía es en gran parte un misterio. Según los historiadores, Vermeer permaneció en Delft toda su vida, salvo en una ocasión en la que viajó a la Haya a causa de un asunto legal. Nunca pintó profesionalmente, ni obtuvo mayor reconocimiento durante su vida; según algunas fuentes, se dedicó a comerciar arte y a dirigir un pequeño hostal heredado por su padre.

    El trabajo de Vermeer no gozaría de reconocimiento mundial si no fuera por un coleccionista y crítico de arte francés llamado Théophile Thoré. Su redescubridor pasó veinte años viajando por los museos europeos en la búsqueda de piezas extraordinarias creadas por artistas poco reconocidos en Francia.

    Cristo en Casa de Marta y María.

    El Astrónomo, 1688.

    «Cuando visité los museos holandeses por primera vez en 1842, una extraña pintura llamó tanto mi atención como la “Lección de Anatomía” y otras obras de Rembrandt en la Haya. Al no saber a quién atribuirla, busqué en el catálogo: “Vista de la Ciudad de Delft”, por Jan van der Meer de Delft ¡Sorprendente!, aquí hay alguien de quién no sabemos nada en Francia y merece ser conocido».

    Fue así que comenzó la obsesión de Théophile Thoré por la obra de Johannes Vermeer, el misterioso pintor que el mismo francés apodaría “La Esfinge de Delft”, como resultado de su enigmática biografía. En un trabajo verdaderamente detectivesco, Thoré logró autentificar una docena de obras del artista, recorriendo Colonia, Dresde, Brunswick, Berlín y Viena para documentar casi toda la obra de Vermeer y adquirir para sí muchos de los trabajos en el proceso.

    Mujer Leyendo una Carta.
    Vista de Delf, 1661.

    Mujer Joven con Sombrero Rojo, 1666.

    En la actualidad se reconocen cerca de treinta obras del artista, pero sin duda su pintura más reconocible es la llamada Mona Lisa holandesa, o la joven de la perla; una de las máximas obras de la pintura universal. La joven de la perla es sumamente enigmática y adelantada a su tiempo en términos de iluminación. «La materia de las cosas se ha hecho luz, y ésta no es más ni menos que pintura», señaló Albert Blankert, uno de los más notables estudiosos de la obra de Vermeer. Basta con contemplar el reflejo de la luz en el arete, los ojos y los labios de la joven para entender a lo que se refiere, el resultado es sublime y similar al efecto logrado por la iluminación artificial inventada siglos después.

    La forma prodigiosa de pintar de Vermeer es hasta hoy día un motivo de debate. Algunos críticos de arte consideran que el holandés utilizó la cámara oscura para retratar tan fielmente sus composiciones. La cámara oscura es una predecesora de la fotografía, en ésta se hace pasar un único rayo de luz a través de un lente convexo para proyectar sobre la pared interior una imagen invertida del exterior. De esta manera, es posible pintar con gran fidelidad de proporciones, iluminación, perspectivas y efectos ópticos que no son tan evidentes a simple vista.

    Vista de Delf, 1661.

    Existen algunos indicios de que efectivamente Vermeer utilizó la cámara oscura para pintar. Para empezar, las pequeñas dimensiones de sus cuadros son de llamar la atención, usualmente de 20 a 40 centímetros de lado; esto podría sugerir que el pintor se mantuvo consistente con las dimensiones proyectadas por la cámara. Tampoco son visibles trazos de perspectiva y dibujos preparatorios, aunque hay evidencia de rastros de pintura monocroma a modo de bocetos, como si primero el pintor se hubiera orientado sobre la composición, la luz y las sombras con colores sencillos antes de aplicar las capas definitivas de color.

    Con la ayuda de instrumentos ópticos o no, la maestría del pintor holandés no se demerita de ninguna manera. Su utilización de la luz es prodigiosa y rara vez alcanzada por otros pintores que han aprovechado las ventajas de los mismos instrumentos ópticos. La enigmática Esfinge de Delft creó indudablemente algunas de las pinturas más maravillosas del Siglo de Oro holandés −junto a Rembrandt−, pero es precisamente esta aura de misterio que envuelve su vida y la creación de sus obras lo que alimenta nuestra imaginación; al observar la tierna mirada de la joven de la perla no podemos evitar preguntarnos quién era esa bella mujer y cuál era su historia, quizás algún día descubramos la respuesta.

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