
Más allá de la importancia de la belleza física, está la inteligencia que acompañada de la audacia y valor pueden superar cualquier obstáculo; y aunque muchos aseguran que no se puede tener estas cualidades juntas, Hedy Lamarr demostró todo lo contrario, distinguiéndose como actriz de cine e inventora de uno de los sistemas de comunicaciones más utilizados en las tecnologías inalámbricas de la actualidad, como lo son el WiFi, GPS y Bluetooth. Su imagen deslumbrante y atractiva la impulsó a ser nombrada como la “mujer más bella de la historia del cine” de los Estados Unidos; mientras que su mente brillante le otorgó el respeto de científicos e ingenieros, y la creación en su honor del Día del Inventor en Austria.


En realidad, Hedy Lamarr se llamaba Hedwig Eva Maria Kiesler, y nació el 9 de noviembre de 1914 en Viena, en el seno de una familia judía. Desde muy pequeña comenzaba a verse interesada en las ciencias, teniendo como anécdota más curiosa, que con apenas cinco años de edad desarmó y armó nuevamente su caja de música. Más adelante decidió estudiar una ingeniería, sin embargo, también comenzaba a interesarse por la industria del cine, por lo que dejó de estudiar para abrirse paso como actriz, en lo cual influyó el empresario y director de teatro y cine, Max Reinhardt, quien la ayudó a formarse en la actuación consiguiéndole en 1932, un protagónico en Éxtasis, película que no sólo la hizo famosa por su belleza, sino también por haber interpretado las primeras escenas de desnudos y un orgasmo. La película no pudo ser más polémica, dando como resultado censuras, sanciones y su prohibición en las salas de cine. Pese al escándalo en el que se le veía envuelta, Lamarr dejó a más de uno sorprendido, comenzando por Fritz Mandl, quien en ese entonces era reconocido como uno de los hombres más influyentes de Europa y magnate de Hirtenberger Patronen-Fabrik, una importante firma de armamentos austríaca. Al empresario no le importó que ella tuviera tan sólo 18 años y él fuera 30 años mayor, por lo que solicitó permiso a sus padres para cortejarla y seguidamente la petición de su mano.

Se vio obligada a casarse condenándose a un matrimonio desdichado, dado que el empresario era extremadamente celoso al punto de tratar de deshacerse de todas las copias de Éxtasis, así como dándose la autoridad de decidir cuándo Lamarr podía desnudarse o bañarse. La actriz era tan infeliz que en una ocasión se refirió a sí misma con estas palabras: “Yo era como una muñeca. Yo era como una cosa, un objeto de arte que tenía que ser custodiado y encarcelado, sin mente ni vida propia”. Su vida artística parecía haberse terminado, de manera que decidió aprovechar su encierro para ampliar sus conocimientos en la ingeniería, al mismo tiempo que planeaba su fuga. Llegó el día que tanto anheló, fugándose por la ventana de un restaurante y escapándose en un automóvil con dirección a París. Por días, los guardaespaldas de su marido la persiguieron, pero ella logró llegar de manera rápida a Londres, donde coincidió con el sobresaliente empresario, ejecutivo y productor de cine de Hollywood, Louis B. Mayer, quien no tardó en proponerle trabajar para la compañía MGM Studios. Fue desde ese momento que se introdujo al cine estadounidense como Hedy Lamarr, dejando atrás su participación en Éxtasis y su matrimonio con Mandl, para comenzar a distinguirse como “la actriz más glamurosa”.

Una vez instalada en Hollywood participó en películas como “La dama de los trópicos” (1939), “Fruto dorado” (1940), “Camarada X” (1940), “No puedo vivir sin ti” (1941), “Cenizas de amor” (1941), “Crossroads” (1942), “La vida es así” (1942), “White cargo” (1942) y “Noches en el alma” (1944). Su elegancia y sensualidad fueron claves para formarle una imagen exitosa en los años 40.
En 1940, el mundo ya se encontraba atravesando la Segunda Guerra Mundial, momento que Lamarr aprovechó para demostrar su inteligencia y brindar ventaja a los Estados Unidos con todo lo que había aprendido sobre la tecnología armamentística en las reuniones y cenas que realizaba su exmarido con sus amigos y clientes, Adolf Hitler y Benito Mussolini. Durante este período su intención era dejar al margen sus virtudes estéticas para contribuir al esfuerzo de guerra de los aliados; sin embargo, al principio le fue muy difícil, puesto que la limitaron dándole únicamente participación por su físico y éxito como actriz para promover la venta de bonos de guerra. Aunque la campaña la realizó con gusto su verdadera intención era aportar sus conocimientos a fines técnicos que mejoraran las oportunidades de los ejércitos aliados, sobre todo, al área de las comunicaciones por ser uno de los campos más débiles, dado que la duración de los mensajes que emitían podían ser fácilmente barridos, lo que le permitiría al enemigo localizar el centro de emisión. Asimismo, esta área se veía afectada por los repentinos cambios de clima.

Hedy no pudo esperar más, así que comenzó a crear un modelo de “saltos de frecuencia”, cuyo objetivo era transmitir los mensajes u órdenes de mando fraccionándolos en pequeñas partes entre las ondas de radio, las cuales se transmitirían secuencialmente cambiando de frecuencia cada vez, siguiendo un patrón pseudoaleatorio. Este sistema daba ciertas ventajas como el ser libre de ruidos e interferencias. Ya tenía el diseño, lo único que le hacía falta era construirlo y solucionar el problema de la sincronización. No tardó mucho en coincidir con George Antheil, pianista y compositor norteamericano, quien anteriormente había logrado sincronizar sin cables 16 pianolas que formaban parte de la orquesta mecánica, y esta precisión es justamente lo que ella estaba buscando. Ambos trabajaron por seis meses hasta que encontraron la solución con dos pianolas: una en la estación emisora y otra en la receptora, por las que se codificarían los saltos de frecuencia de acuerdo con los taladros longitudinales efectuados en la banda de papel que solo identificarían quienes tuvieran las claves.
Pese a los grandes esfuerzos de Lamarr y Antheil, no fue hasta el 10 de junio de 1941 que se registró la solicitud de patente, y en 1962 el modelo se utilizó por primera vez en el conflicto entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba. Aunque la actriz no consiguió ingresar ni un solo centavo por la patente y no fue reconocida rápidamente, no puede discutirse que fue la pionera en esta técnica. 35 años después comenzaron los reconocimientos a la inventora con el premio EFF Pioneer Award en 1997, el galardón Bulbie Gnass Spirit of Achievement Award, la medalla Viktor Kaplan de la Asociación Austriaca de Inventores y Titulares de Patentes, entre otros homenajes.

De su vida personal se puede destacar que estuvo casada en seis ocasiones (con Fritz Mandl, Gene Markey, Sir John Loder, Ted Stauffer, W. Howard Lee y Lewis J. Boles), y que tiempo después de su invento fundó una compañía cinematográfica donde produjo y protagonizó varias películas, pero ninguna tuvo éxito. A pesar de que “lo tenía todo”, se refugió en el consumo de pastillas y en las cirugías estéticas, se volvió cleptómana y protagonizó varios escándalos públicos. Lamarr era sumamente inteligente, sin embargo, su belleza opacó esa cualidad. No obstante, debemos de estar agradecidos con su aportación, ya que sin estos primeros datos se hubiera tardado más la creación del sistema de comunicaciones en el que se basan las tecnologías inalámbricas.