Los labiales, las cremas, las lociones y todo lo que conlleva a la belleza y cuidado del rostro y cuerpo son productos que amamos de la industria cosmética, uno de los sectores que más crecimiento han tenido en las últimas décadas, dada la variedad de artículos que genera para la higiene personal, así como su efectividad para ocultar o eliminar imperfecciones de la piel. Pese a la importancia que le hemos dado a estos productos en nuestro día a día, muy rara vez prestamos atención a los procesos que se llevan a cabo para que cada uno de estos puedan llegar a nuestras manos.
Para la elaboración y comercialización de los productos cosméticos se deben considerar ciertas características, pasando por fases como el desarrollo galénico, la fabricación y el control de calidad. Aunque es importante investigar el cómo se desarrolla cada proceso, en esta ocasión quiero darle énfasis al tema de las consecuencias que las pruebas de laboratorio generan, particularmente sobre los animales. Antes de que un producto de belleza esté disponible en los centros comerciales (o en cualquier otro establecimiento) para su adquisición y uso, éste pasa por una prueba conocida como testeo, en la cual cientos de empresas utilizan a animales desde hace más de 80 años; esta atroz decisión fue una de las soluciones que eligieron para no infringir con la Ley Federal de Alimentos y Medicamentos Cosméticos, la cual se estableció a principios de la década de 1930, dado que en ese momento se estaban presentando continuas demandas a productos que habían causado intoxicación, envenenamiento, entre otros daños a consumidores. En el caso de la industria cosmética se le dio mayor importancia cuando una mujer quedó ciega tras utilizar una máscara de pestañas, hecho que suscitó a que las compañías aplicaran un control más estricto para probar la seguridad y las propiedades de los ingredientes de cada producto. Desafortunadamente, entre sus regulaciones comenzaron el testeo en animales, en el que según cifras del grupo de protección británico Cruelty Free Internacional más de 115 millones de conejos, cobayas, ratas y monos (por mencionar a los más empleados) son sometidos a pruebas con sustancias, que en su mayoría les provocan irritación en la piel u ojos, alergias, mutagenicidad (alteración genética), cáncer, entre otros daños. Cabe señalar que esto se realiza con el fin de evitar estos daños a los seres humanos, pero por qué continuar experimentando con animales si ya han sido aprobados y declarados seguros más de 15.000 ingredientes, y que en la actualidad con la tecnología se puede mejorar o desarrollar nuevos métodos de ensayo.




Las prohibiciones y regulaciones ante este método se han hecho paulatinamente notables con diversas iniciativas, sin embargo, no había tenido tanta relevancia como la tiene en esta era digital. El impacto que las redes sociales han tenido sobre la opinión pública es sorprendente, por lo que un tema de esta índole no podía pasar desapercibido. Una de las campañas que más se escuchó en estos últimos tres meses fue la que diseñó y lanzó Humane Society International (Sociedad Protectora de Animales) bajo el nombre de “Save Ralph”, un cortometraje de animación stop-motion que muestra la cruel realidad de los animales de laboratorio. A través de este video, Ralph (un conejo) va narrando el cómo es su día en lo que llama “trabajo”, dejando en evidencia los estragos que dejan las pruebas de productos de belleza sobre su cuerpo. La historia de Ralph circuló (y continúa) por todo el mundo, exponiendo la cruel experimentación en animales y dejando a la reflexión nuestro consumo de estos productos.
Generar conciencia sobre este tema es sin duda uno de los principales objetivos de organizaciones como Humane Society International, que han centrado su atención en la protección animal y en las acciones que se deben realizar para desincentivar el consumo de productos que continúen basándose en estas prácticas. Actualmente de los 193 países del mundo tan sólo 40 han aplicado normas que prohíben la experimentación de productos cosméticos en animales; sin embargo, aún no se ha logrado cambiar este método en todas las compañías de belleza. Entre los países que han actuado para erradicar dicha situación destacan Israel, India, Noruega, Islandia, Suiza, Nueva Zelanda, Australia, Colombia, Guatemala, Corea del Sur, Taiwan, Turquía, 26 estados de Brasil y cinco de los Estados Unidos. Mientras que en otros países está en proceso su completa prohibición, como en el nuestro, donde el pasado mes de abril se aprobó la modificación de la Ley General de Salud, la cual ahora dicta: “no podrán fabricarse, importarse ni comercializarse productos cosméticos si es que para su formulación final se han hecho pruebas en animales”. Asimismo, hace mención que únicamente “sólo se permitirá la comercialización de cosméticos que se hayan probado en animales únicamente cuando en su momento no hubo métodos alternativos para las pruebas de seguridad, o cuando la seguridad del ingrediente sea ampliamente reconocida por el uso histórico”. Las empresas que no cumplan con esta norma serán retirados, y por la comercialización del producto tendrán que cubrir una multa de 1.3 a 1.7 millones de pesos; e incluso quien continúe autorizando esta práctica le será asignado de dos a siete años en prisión. En cuanto a la aplicación absoluta de esta norma se les está dando a las compañías de la industria cosmética un plazo de dos años para modificar el empleo de esta práctica.

Para muchos de nosotros, dos años nos suenan como una década más; no obstante, podemos actuar para comenzar a sensibilizar y educar a nuestros amigos y familiares con el consumo responsable, hablándoles acerca de la importancia de comprar productos cruelty free y veganos. Para finalizar este importante tema te comparto tres tips que puedes comenzar a poner en marcha para que las compañías que aún no la aplican se percaten de que ya no estamos interesados en seguir consumiendo productos que involucren dañar a más animales.
