martes, octubre 3, 2023
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    QUÉ DETERMINA LA PERSONALIDAD.

    Los estudios científicos nos dicen que la personalidad se forma de acuerdo a las vivencias, las cuales nos llevan al mundo emocional y, por consiguiente, se tiene que aprender a conocerlas. En el caso de nuestros hijos e hijas, es fundamental nuestra ayuda para formar a adultos capaces de reconocer sus emociones y con la capacidad de saberlas canalizar de manera óptima. Además de nuestra influencia, también podemos recurrir con profesionales en la materia.

    Las y los sexólogos manejamos el término MATEA (miedo, alegría, tristeza, enojo y amor) para referirnos a las emociones básicas que nos mueven desde antes de nacer hasta el final de la vida o, quizá más allá de ella. Tocaré brevemente cada una de estas emociones básicas desde el campo infantil:

    El miedo es una emoción de sobrevivencia, ya que si imaginamos a nuestros niños/as sin temor a nada ni a nadie estarían en un grave peligro. Desde la infancia se tiene miedo a no hacer las cosas bien, a tropezarse, a no ser aceptado, a ser rechazado y que se pueda recibir un castigo o que ejerzan violencia sobre él/ella. El miedo como las otras cuatro emociones tiene sus dos caras, por un lado, la sobrevivencia que es la parte positiva, y por el otro el bloqueo. En la mayoría de las ocasiones es el bloqueo el que se llega a vivir manifestado en el pánico e impidiendo el desarrollo acertado; sin embargo, si enseñamos que el miedo puede vencerse y que ahí estarás tú para apoyarlo con plena seguridad será un adulto que enfrente retos y que en sus caídas sepa levantarse de nuevo.

    La alegría es como un motor que nos empuja hacia la vida, es la emoción que permite apreciar los colores, sabores y sensaciones que la vida nos regala, sin embargo, es importante reconocer que no puede ser constante en la vida, dado que somos seres emocionales que continuamente pasamos de una emoción a otra. La alegría se presenta cuando hemos ganado un dulce, una caricia, un reconocimiento, un abrazo o un beso. Es el reflejo de haberse aceptado y amado por lo que es.

    La tristeza es una emoción que aparece cuando hemos perdido algo. En la etapa de la infancia puede ser un juguete, una amistad, y en el peor de los casos puede ser alguno de los padres, la pérdida de la atención e interés de la madre o el padre ante sus actividades y vivencias. La tristeza ayuda a reconocer que se puede perder algo y que todo es pasajero. Como padres se deberá estar atentos porque pueden aparecer síntomas como los comportamientos agresivos, baja autoestima, comer de manera irregular y en las etapas más adelantadas (como es la adolescencia) podrían aparecer comportamientos de aislamiento o intentos de suicidio.

    El enojo se vive cuando se está perdiendo, sobre todo en el presente mismo. Muchas veces el enojo se presenta por la impotencia de no tener lo que se desea, cuando se nos quita algo como la estabilidad familiar, cuando se es comparado con otro hermano/a, cuando no se reconoce la valía que se tiene como ser único. El enojo puede ser vivido como tal, pero poniendo límites o diciéndolo, de otra manera se corre el riesgo de vivirlo desde la ira y utilizando la violencia como vehículo. Es conveniente hacerles ver que es normal el enojo y que es parte de nuestra naturaleza humana, pero que no es normal cualquier tipo de violencia.

    Finalmente, el amor es el sentimiento de bienestar, de abundancia en todos los ámbitos de la vida. Pero es importante centrarse en reconocer que para estar en el amor y para dar amor es necesariamente empezar con uno misma/o; no se puede dar cuando no se tiene, ni equilibrio cuando no se vive. La clave para que nuestras niñas y niños vivan en el amor es trabajar primeramente con nosotros como padres, tratar hasta donde sea posible vivir con gratitud, ya que desde ésta viene la abundancia y la tranquilidad.

    Con todo lo anterior vemos que la frase de Sigmund Freud: “infancia es destino” fue dicha con mucha sabiduría, ya que en nuestros días es vigente. Afirma que los adultos estamos predestinados por las circunstancias que marcaron nuestra infancia. El ciclo de la vida comienza en la edad temprana, y es aquí donde se echan raíces, donde las emociones no canalizadas saldrán en nuestra etapa adulta.

    Esta es una oportunidad para voltear a ver las emociones de nuestros hijos e hijas, y de ayudar si lo vemos necesario.

    SÍ A LA VIDA.

    Sexóloga Humanista.
    Terapeuta de Contención
    Consteladora Familiar Cuántica
    Formada por el Instituto
    Brigitte Champetier de Rive.
    Tel: 961 242 4872

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