Han sido muchas las mujeres que a través de los años han exigido primero el reconocimiento de su dignidad, posteriormente el respeto de sus derechos y recientemente la invención de nuevas facultades.
Aunque el movimiento feminista inició de manera justa, se ha usado el término “feminismo” equivocadamente al querer igualar la naturaleza de la mujer a la de los varones en todos los aspectos; sí, somos iguales en dignidad, pero con diferencias que nutren la complementariedad con el hombre para favorecer a la especie. Cuando eso se desvirtúa el feminismo se convierte en machismo porque una mujer no tiene que ser igual a un hombre o hacer lo mismo para valer igual, sino que necesita ser tratada como una persona única e irrepetible.
En México se vive el machismo como una realidad que impera en todos sus rincones en los diversos estratos sociales y en cada segmento etario de la población; pero ¿cómo es que semejante sesgo ideológico ha permanecido vigente durante siglos?, pareciera que no tiene mucha relación con el grado escolar de las personas, sino que se debe en gran parte a un matriarcado que nutre a la mayoría de los hogares mexicanos.
Si examinamos de cerca la situación de cada mujer que fomenta el machismo dentro del seno familiar observaremos lo siguiente en su comportamiento:

1. Relación con la pareja. Permite un trato con escaso respeto, con inequidad e injusticia ya sea en privado o en público, y aun así permanece a su lado. Aunque las relaciones codependientes socavan la dignidad en ambas personas, se observa más la victimización en la mujer que en el varón. Esto es más grave cuando los hijos observan esas conductas, ya que pueden repetir dicho patrón.
2. Distribución de tareas y funciones. Realmente lo que se ha hecho es una atribución de tareas y funciones dentro del hogar de acuerdo al sexo de los integrantes; aún hoy día, en muchas familias son las mujeres quienes se encargan de “servir” a los varones.
3. Educación de los hijos. Desde que nacen se les asignan colores, juguetes, largo del cabello, etc., se les instruye cómo comportarse de acuerdo a su rol de género, qué sentir, qué pensar, qué temer y hasta qué querer.

Como mujeres no nos queda quejarnos de la sociedad machista porque nosotras somos parte de la misma, por lo que debemos de actuar y tratar a hombres y mujeres con la misma dignidad que merecemos. Somos nosotras como género quienes nos criticamos más, las que incluimos frases machistas a nuestras conversaciones, por ejemplo: “llora como nena”. Somos aquellas que justificamos las conductas violentas de los varones, las que nos victimizamos para seguir siendo tratadas como el sexo débil, las que sexualizamos y valoramos más nuestra apariencia física, las que vemos como una “ayuda” la participación de los hombres en las tareas del hogar y en el cuidado de los hijos. Somos nosotras las que no sólo no hemos puesto límites a las injusticias contra nuestro género, sino también fomentamos ese “feminismo” mal entendido. Los derechos de la mujer comienzan desde que somos concebidas, por lo que reconocer, respetar y hacer valer nuestra dignidad dependen en primer lugar de nosotras mismas.

Mtra. Selene Camas Damián
Psicoterapeuta
Facebook e Instagram: SCD Terapeuta
www.scdterapeuta.com
Tel. 961 191 0443
Mail. scd_terapeuta@hotmail.com
