martes, octubre 3, 2023
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    ARNOLD BÖCKLIN

    GALERÍA ARNOLD BÖCKLIN

    La obra de uno de los mejores exponentes del arte europeo se encuentra hoy infravalorada. El pintor suizo Arnold Böcklin fue el artista favorito de Adolf Hitler y de Marcel Duchamp; influenció a Max Ernst, Salvador Dalí y a de Chirico, pero pocas de sus obras gozan del reconocimiento que merece este extraordinario pintor simbolista.

    Nació en 1827 en Basilea, Suiza, donde inició su formación artística; sin embargo, pronto emigró a Düsseldorf para estudiar en la Kunstakademie, coincidiendo con otros artistas destacados como Carl Friedrich Lessing y Anselm Feuerbach. Estudió bajo la tutela de Johann Schirmer, quien vio en el joven Arnold un gran talento y potencial en la pintura. Pronto le enviaría a Amberes y Bruselas, donde descubriría el trabajo de los maestros holandeses y flamencos. Posteriormente viajaría a París, entrando a trabajar en el Museo del Louvre, donde realizaría algunos paisajes notables, de hecho, muy al comienzo de su producción artística el suizo se enfocaría en el paisajismo.

    El Juego de las Sirenas.
    Diana durmiente observada por dos Faunos.
    Autorretrato con la Muerte Tocando el Violín.

    Después de servir en el ejército, Arnold Böcklin se trasladó a Roma en 1850. Las antiguas vistas de la Ciudad Eterna alimentaron su imaginación, por lo que pronto sus temas se llenaron de alegorías mitológicas e imágenes fantásticas. En Italia no sólo encontró inspiración, aquí conocería a Angela Rosa Pascucci, con quien se casó en 1853, aunque la pareja no permaneció mucho tiempo estable en un solo lugar. Los años siguientes fueron una sucesión de cambios de residencia, que incluyeron Munich, Basilea y Florencia. Desde mi punto de vista, las obras maestras de Böcklin comienzan en 1873 con su “Autorretrato con la Muerte tocando el Violín”, la cual posiblemente estuvo inspirada en el retrato de Sir Brian Tuke en el Alte Pinakothek de Múnich, lugar donde el artista residía en ese momento. En esta extraordinaria pieza la muerte toca la cuerda más baja “G” en el instrumento, mientras que el pintor cesa su trabajo y presta atención con algo de preocupación. Este maravilloso cuadro es uno de mis autorretratos favoritos, el cual inspiró a otros artistas como Hans Thoma y Lovis Corinth a realizar lienzos con la misma temática.

    La Isla de los Muertos.

    Su visita a la isla italiana de Isquia en el verano de 1879 lo llevaría a producir su obra cumbre. Quedó impresionado por la mágica vista del Castello Alfonso, ubicado en una pequeña y escarpada isla. Al año siguiente, cuando una mujer llamada Marie Berna lo visitó en su estudio de Florencia para pedirle un cuadro en honor de su esposo recién fallecido, Böcklin debió recordar esta imagen y asociarla con las necrópolis etruscas. Así nació “La Isla de los Muertos”, una serie de cinco pinturas creadas entre 1880 y 1886 que fascinaron a Nietzsche, Lenin, Rachmaninov, Hitler, Freud, Munch y a Salvador Dalí. Como buen artista simbolista, nunca expresó el significado exacto de su obra, pero podemos deducirlo. Todas las culturas de todos los tiempos se han preguntado el significado de la muerte y qué hay después de ella. No existe nada más universal que la muerte, todos vamos a morir algún día, exactamente cuándo y qué pasará entonces es un misterio. En las cinco pinturas podemos encontrar una barca a punto de llegar a una isla misteriosa, simbolizando el inframundo. En la barca una figura blanca custodia un ataúd, probablemente se trata de Caronte, quien en la mitología griega dirigía a las almas hacia Hades por la laguna Stigia, el límite entre los vivos y los muertos. En la rocosa isla destacan un conjunto de cipreses, posiblemente en referencia al Cementerio Inglés de Florencia, un lugar cercano a su estudio donde está enterrada su pequeña hija María y abundan estos árboles. Habiendo perdido a ocho de sus catorce hijos, resulta lógica la obsesión de este artista con la muerte.

    El momento de descifrar el misterio de la muerte y realizar su propio viaje llegó para el artista en 1901 en el pequeño pueblo toscano de Fiesole, en las proximidades de Florencia. Su legado fue una extensa obra de maravillosas pinturas que serían precursoras de los grandes maestros surrealistas.

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