lunes, septiembre 25, 2023
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    FLORENCE FOSTER JENKINS

    Una cantante peculiar.

    Todos, sin excepción, nacemos con ciertos dones que nos servirán a lo largo de nuestra vida para llevar a cabo nuestros propósitos. Escogemos nuestra profesión o las actividades que nos gustan de acuerdo a las habilidades que tenemos, y de ahí que nos sintamos realizados o no en nuestro paso por este mundo; o al menos eso es lo que pensaba antes de conocer la historia de Florence Foster Jenkins. Esta aguerrida mujer, con falta de talento para la música, demostró que la pasión tiene más valor que los dones a la hora de cumplir nuestra encomienda en esta vida, puesto que, a pesar de “aullar” en vez de cantar, su éxito como cantante fue glorioso. Esta es su historia.

    Su nombre completo era Narcissa Florence Foster, nació en Wilkes-Barre, Pensilvania, el 19 de julio de 1868. Su padre fue Charles Dorrance Foster, un rico abogado y exitoso banquero que le dio a su familia una vida de lujos y comodidades; y su madre fue Mary Jane Hoagland Foster. Debido a que su pequeña hermana Lilian falleció a muy temprana edad, Florence creció como hija única, convirtiéndose así en la heredera absoluta de la fortuna de su padre.

    A la edad de siete años, la niña Florence, llamada cariñosamente como la “Pequeña Señorita Foster”, descubrió su gusto por la música. Desde ese momento, comenzó a tomar lecciones de piano e incluso, tiempo después, se volvió tan dedicada que llegó a tocar algunas piezas ante el presidente Hayes en la Casa Blanca. Apasionada por la música, tuvo un interés por viajar al continente europeo para seguir preparándose, sin embargo, su padre, a pesar de ser millonario, se rehusó a pagarle sus cuentas, ya que no estaba de acuerdo con que ella se dedicara al arte.

    Esta negación hizo que Florence se fugara a Filadelfia junto con el que años después sería su marido, el Dr. Frank Thornton Jenkins. A ella le interesaba más su objetivo de convertirse en una artista que su propia comodidad, pues siempre estuvo dispuesta a perder el apellido Foster y a negar la fortuna de su padre, con tal de cumplir su deseo. Valiéndose por ella misma, a su llegada a Filadelfia comenzó a ganarse la vida enseñando y tocando el piano; acostumbrada a una vida cómoda, su nueva vida era una verdadera prueba de fe.

    Respecto a su vida amorosa, ella y el Dr. Jenkins se convirtieron en marido y mujer en 1885, no obstante, a los pocos meses de su boda, Florence se enteró que había sido contagiada de sífilis por su esposo. Esto hizo que ella sintiera una gran frustración y que la relación se terminara, sin embargo, no fue hasta 1902 que se divorciaron. Años más tarde, conoció en Nueva York a un actor británico llamado St. Clair Bayfield, del que se enamoraría profundamente y con quien terminaría su vida.

    Al fallecer su padre, en 1909, Florence recibió una jugosa fortuna como herencia, la cual le permitió dedicarse de manera más afanosa a la música y a la promoción del arte. Fue en la ciudad de Nueva York que fundó y financió el Club Verdi, un paraíso para las personas que disfrutaban de la música, el teatro y las noches bohemias. Debido a que años atrás había tenido un accidente en el brazo que la obligó a interrumpir su propósito de convertirse en pianista profesional, inició una maravillosa etapa en la cual soñaba con ser una diva del bel canto (un término utilizado en la ópera), entonces, comenzó a tomar lecciones de canto, contrató a un joven pianista llamado Cosmé McMoon para que la acompañara y, junto con el apoyo de Bayfield como promotor, empezó a dar recitales; el primero de ellos lo dio en 1912. Al principio cantaba frente a un público reducido, pero después su carrera fue creciendo de manera exponencial, más aún cuando recibió otra suma de dinero a causa de la herencia que su madre le dejó al fallecer en 1930.

    Se entregó con tanta pasión a su carrera como cantante que su creatividad y su extravagante personalidad pronto se hicieron notar en sus presentaciones. Le encantaba diseñar sus propios disfraces, los cuales eran muy extraños, a veces se presentaba en sus actos vistiendo unas grandes alas y espumillón, y en otras ocasiones se lucía con flores en el cabello y un abanico que la acompañaba. Pero la característica más estrafalaria de la Sra. Foster era que no tenía ni la técnica ni la afinación correcta a la hora de cantar; no podía ni sostener una nota y los tonos agudos lastimaban los oídos de la audiencia. Así también, su acompañante en el piano, el Sr. McMoon, hacía caras y burlas a espaldas de Florence para que los espectadores se rieran más. Sin embargo, a pesar de que todo esto suene como un ridículo espectáculo, su show era considerado único, no había otro igual en el mundo; los asistentes llegaban a divertirse con sus extrañas obras y su penosa voz que causaba risas, más que embeleso.

    Increíblemente, su devoción por la música y su firme anhelo de cumplir sus sueños provocó que todo conspirara a su favor. Su falta de talento, en vez de empujarla a renunciar, fue lo que la catapultó a la fama; sus amigos más cercanos aplaudían con fuerza al terminar su show para no dejar que se escucharan las carcajadas de los demás espectadores; otros de sus más allegados amigos escribían en los periódicos reseñas muy buenas sobre ella que enaltecían su trabajo. Y, por otro lado, los que se ensañaban brutalmente escribiendo sus críticas negativas causaban en la gente una gran curiosidad por ir a ver uno de los extraños shows de la pésima cantante. Mientras el tiempo pasaba, el público en sus presentaciones iba creciendo, por lo tanto, en cada segundo que transcurría, ella creía con gran convicción que era la más grandiosa diva de la ópera, incluso se comparaba con otras artistas como Frida Hempel y Luisa Tetrazzini.

    Florence llegó a la cima de su carrera a los 76 años, cuando el 25 de octubre de 1944 actuó en el Carnegie Hall, la sala de conciertos más ilustre de Nueva York tanto para los músicos clásicos como los modernos. Las entradas se abarrotaron con gran rapidez y más de dos mil personas no pudieron tener acceso al famoso teatro para ver a la diva; el caos fue tal en las calles que la policía tuvo que intervenir para calmar a la enfurecida multitud. El concierto fue un gran éxito y al fin muchos pudieron ser testigos del gran fenómeno que era la gloriosa Sra. Florence Foster Jenkins. Por otro lado, la artista recibió el “crudo” rechazo de los críticos; un mes después, la soñadora artista murió a causa de un ataque al corazón.   

    Se dice que su muerte se debió a que no pudo soportar las reseñas en los periódicos que la tachaban de ridícula y desdeñaban su desenvolvimiento artístico, y que, a causa de eso, despertó aterrada de ese sueño que la mantenía ajena de la realidad. Por otro lado, también se especula que la misma vida le hizo saber que su sueño de triunfar en la música había sido cumplido y que era tiempo de partir; en fin, son solo teorías, pero la historia indica que murió de la misma manera que vivió, feliz y plena.

    Lo que sí es seguro es que la Sra. Foster fue, sigue siendo y será una inspiración y un gran ejemplo de motivación para todos aquellos que tenemos un sueño que cumplir y de alguna manera nos hemos limitado porque pensamos que no somos lo suficientemente valientes y capaces, o no tenemos las habilidades necesarias, para lograrlo. De hecho, su vida fue llevada a distintas obras de teatro, ¡la más exitosa fue Glourios!, de Peter Quilter, la cual se estrenó en septiembre de 2005 en el West End de Londres en Inglaterra, sin embargo, el éxito ha sido tanto que la obra ya ha sido presentada en 24 países y en 14 idiomas. Asimismo, en 2016, se estrenó la película que lleva su nombre, Florence Foster Jenkins, dirigida por Stephen Frears y actuada por Meryl Streep y Hugh Grant; en fin, su vida nos demostró que, de seguir adelante, con la frente en alto, a pesar de lo que los demás digan, lograremos realizar nuestro propósito y que, de hacerlo con pasión, venceremos al mundo.          

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